En la relación con su madre, lo que predomina es la falta de diferenciación. Mamá y yo somos uno es lo que siente el pequeño Luna en Piscis, sin llegar -por supuesto- a ser consciente de ello.
El habita el mundo emocional de su madre y entre los miedos, anhelos, deseos y estados de ánimo de ella y los suyos, no hay absolutamente ningún límite.
La madre del nativo suele mostrar un temperamento más bien silencioso y nada comunicativo de los sentimientos.
Hay entre ella y su hijo una maravillosa unión, pero la comunicación de los sentimientos es siempre subliminal, nada se pone en palabras, nada se expresa concretamente a través de actitudes visibles.
El niño se siente extraordinariamente protegido junto a ella, como si nadara en un océano de amor y calidez. No es necesario que la madre se encuentre cerca para participar de esta unión sin palabras.
La comunicación es extrasensorial, el niño sabe siempre cómo está su madre aunque, al mismo tiempo, es como si no la conociera.
Muy tempranamente percibe que si permanece mimetizado con ella estará a salvo, pero si intenta echar luz sobre las brumas mágicas de la relación, si intenta entender racionalmente aquello que sucede, el hechizo desaparecerá.
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